
El desarrollo de las ciudades del futuro estará fuertemente condicionado por las pirámides poblacionales que van a habitarlas. La velocidad del cambio en esas estructuras poblacionales a nivel global todavía no encontró en las áreas de toma de decisiones de las ciudades un correlato adecuado.
Las ciudades actuales de Latinoamérica, subcontinente más urbanizado del planeta, comparten casi en su totalidad el hecho de haber crecido muy velozmente, en contextos de falta de planificación urbana y déficits crónicos en la provisión de servicios.
La reciente ciencia de datos nos muestra a su vez un nuevo escenario global en la composición de la población urbana. El sentido común y los prejuicios asumen que las estructuras poblacionales se dividirían a grandes rasgos en dos tipos: la de los países desarrollados, en los que las familias son poco numerosas, hay baja tasa de mortalidad infantil y expectativas de vida por arriba de la media; y las de los países en vías de desarrollo, con familias numerosas, alta mortalidad infantil y longevidad por debajo de la media. Esto fue así en gran medida hasta mediados de los años 60.
Los datos demográficos agregados a nivel global muestran una tendencia generalizada de los países en vías de desarrollo a contar con pirámides poblacionales cada vez más parecidas a la de los países desarrollados. No solo el mundo va hacia familias más chicas y expectativas de vida más largas, sino que el ingreso per cápita no para de crecer. A velocidades diferentes, enormes cambios en Asia, África y América Latina están modificando la composición demográfica global. Estos cambios significan la irrupción de un nuevo mundo.
Todo indica que las sociedades del futuro estarán compuestas por pirámides poblacionales con enormes franjas de población adulta y familias poco numerosas. Este nuevo escenario demográfico global implica uno de los cambios más espectaculares de la dinámica social y política del mundo urbano. El impacto modificará no solo el tamaño y formato del real estate, sino que además afectará los sistemas presupuestarios urbanos, la oferta de salud, de educación, de transporte y de consumo de bienes y servicios. Factores como la conectividad y el acceso a las autopistas de datos serán parte de los derechos universales que todos los gobiernos deberán garantizar.
En América Latina, el patrón de crecimiento urbano acelerado y sin planificación nos dejó ciudades con problemas estructurales de vivienda y servicios, falta de conectividad, violencia e inequidad. La irrupción de este escenario plantea ahora nuevos interrogantes y también nuevas oportunidades. La carencia de infraestructura técnica que hoy es herencia puede dar paso a innovadoras estrategias de planificación con miras a esta nueva realidad.
Gran parte de las ciudades de Latinoamérica se encuentran en procesos de consolidación de su mancha urbana, por lo que les resulta mucho más fácil adaptarse a esta nueva etapa que en el caso de ciudades largamente consolidadas, como las europeas.
El desafío será cómo podremos adaptar nuestras ciudades a esta nueva demografía. Y, más importante aún, cómo podremos evitar dejar otra vez una herencia difícil de corregir. Debemos aprovechar el proceso de consolidación de los centros urbanos para introducir políticas de movilidad, espacio público, acceso al conocimiento y provisión de nuevos servicios que tomen nota de los cambios en las estructuras demográficas, para que nuestras ciudades se puedan adaptar a los nuevos tiempos.
Lo que intentamos plantear es un horizonte de mira. Somos conscientes de la carencia de infraestructura básica en la que se desarrollan nuestras ciudades.Puede parecer algo disparatado pensar en la composición de las pirámides poblacionales para diseñar las ciudades del futuro en ciudades donde aún faltan cloacas. Estamos plenamente seguros de que esta perspectiva no está en las mesas políticas y sociales donde se van construyendo las ciudades. Creemos que es sumamente importante incluir este horizonte de trabajo antes de que la situación cristalice.
Las ciudades son dinámicas y están en constante transformación. Vamos hacia ciudades más inteligentes, que usen la ciencia de datos para preparar sus infraestructuras y dinámicas para que la gente viva mejor. Y lo que está cambiando es precisamente la gente. Es importante entonces que los dirigentes políticos que vayan a gobernar nuestras ciudades estén formados para enfrentar estos desafíos y tengan la inteligencia de aprovechar la actual revolución tecnológica para construir ciudades para la gente.
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