
Por: Lic. María Elena Ayala García -Gerontológa
Aprovecho para dar la bienvenida a esta sección a todos los lectores que conforman la comunidad AMAR, pues es para mí un privilegio escribir para todos ustedes, definitivamente deseo lograr su integración y compartir temas de interés de la población senescente desde una perspectiva biológica, psicológica, social y espiritual.
Cuando crecemos y empezamos a interesarnos por otras personas, generalmente nos cegamos por los atributos físicos, pues nos dejamos llevar por la emoción, en ocasiones no existe ningún sentimiento que establezca un lazo afectivo más que la emoción para generar el deseo; así pues comienza nuestra vida en la búsqueda del que en su momento le denominamos “amor”.
El tiempo transcurre y en ocasiones nos hace tener el “deseo” por encontrar a pasos acelerados el “amor” y esto nos conduce a vivir lecciones inesperadas, que muy probablemente desvían nuestro camino en formar una relación con alguien que nos quiera, valore y respete.
Algunos viven pensando que el “amor” no se hizo para ellos y que por lo tanto están mejor solos, otros inclusive se reprimen por sus preferencias sexuales y su temor a ser criticados y juzgados por su familia o la sociedad en la que viven, mas sin embargo otros heredan socialmente las ideas familiares.
Vivimos en un tiempo exprés donde formar una familia probablemente ya no sea una prioridad, porque ya no se cree en el “amor”, donde se piensa por quien se va a remplazar cuando la relación se enfrié, como obtener mayor porcentaje de los bienes económicos y hasta donde se usa a los hijos para chantajear a la pareja.
La economía se ha puesto por encima de todo, por encima de la familia, por encima de los valores, por encima del “amor”, porque ¿Por qué también se compra el amor?, y entonces ¿cómo se puede llegar a “amar” y compartir?.
Nuestra construcción social del “amor” como imaginario social se basa dependiendo en cada una de las etapas de vida por las que se desarrolla el sujeto y adquiere una estabilidad emocional en el momento que es consciente de la diferencia de conceptualizaciones a través de la vivencia y experiencia.
La etapa de la vejez es una más de las etapas del desarrollo igual que la de la adolescencia y no la excluye de que en ella se pueda desear encontrar el “amor”, a diferencia que en otras etapas, en esta “el amor” es un amor maduro e incondicional y no se basa en el querer de poseer sino en el “amar”.
Algunos de nuestros padres y abuelos han conservado relaciones duraderas hasta la etapa de la vejez, viviendo con plenitud y disfrutando lo previamente trabajado en compañía de sus seres queridos, por otro lado hay otros que vuelven a rehacer su vida en pareja en esta etapa y viven más felices.
El acompañamiento es un apoyo que no todas las parejas pueden otorgarse y para algunas personas mayores es el secreto del buen funcionamiento de las relaciones sin importar la edad. La compañía es necesaria para empoderar, dar fuerza, equilibrar a la pareja; en las vejeces sanas esto se ve muy común con las personas mayores que se acompañan para ir de gym, salir a hacer caminatas, tomar clases de baile, ir a clubs de día, acudir a algún grupo de practica espiritual entre otros; esto no solamente en el plano físico, sino también en el mental y social.
Es importante valorar la persona con la que podemos despertar todos los días a pesar de las adversidades y compartir, es hermoso darnos una oportunidad para confiar de otra persona para abrir nuestro corazón sin importar la edad o las condiciones físicas. Todos tienen derecho a dar y recibir el sentimiento más puro llamado amor, por el simple hecho que nosotros lo somos.
QUIERO QUE HOY EN ESPECIAL SE SIENTAN MUY AMADOS Y QUE CELEBREMOS SAN VALENTIN ¡FELIZ 14 DE FEBRERO! MIS GERONTES
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